El jueves 13 tuvimos que regresar a
Rodney Bay para una sustitución de los tensores de obenques. Una vez
solucionado el problema y despedido Tomás que regresaba a Barcelona, salimos el
sábado de nuevo hacia Pitons (resiguiendo una costa a la que ya conocemos bien)
antes de saltar a St. Vicent and Grenadines.
Hoy la crónica está dedicada a la
picaresca de los de Soufrière con los turistas que van en velero. Primero uno
que estaba en la playa con la novia y nos ve venir, nos amarra a una boya
propiedad del restaurante Harmony. Evidentemente pagamos el “servicio”, dada
nuestra ignorancia. Al rato el vigilante del Parque nos dice que vayamos a otra
boya, muy amablemente, y que no nos cobrará la estancia ya que nos habían
engañado. Nos “recoge” otro rafta y nos amarra a una boya muy cerca del pueblo,
después de varias discusiones, y nuevo pago de “servicio”. Al rato vuelve el
mismo y dice que tenemos que pagar la estancia ya que la boya es de los
pescadores!. No le hacemos caso y al
rato aparece el que dice ser propietario de la boya, también con ganas de
cobrar. No estamos dispuestos a tanto engaño y nos vamos, con los gritos que no
tendremos donde fondear. Por suerte volvemos a encontrar al vigilante del
parque y nos indica la boya correcta.
Quedamos agotados de tanta picaresca
porque cada operación de amarre tiene su complejidad. Nos tememos que somos
objetos preferentes de un modelo turístico incipiente. Al entrar en cualquier
puerto o bahía, un montón de barcas se acercan, para darnos servicio de boya o
vendernos cualquier producto. Ya que no nos podemos separar del barco, somos un
mercado cautivo.
No obstante, los Pitons nos acompañarán en el recuerdo!
Hola valents! Bueno, esto de la picaresca (al por menor) es universal. De aquí/ahí el refrán -"Ave de paso, porrazo!"-
ResponderEliminarEn mayor o menor medida, al turista hay que "ordeñarlo". Una jarra de cerveza en la Rambla es un atraco.